Ya estaba de vuelta de todo: Cumplidas mis obligaciones como hija, como madre, como una contribuyente más en la sociedad. Empujando la vida, los cambios y viviendo los problemas y carencias económicas, desde los ojos de una chica de familia numerosa (de las de antes, de 13 hermanos), de pueblo, aprendiz de todo y… maestra de nada.
De repente un día me di cuenta que en mi casa no se escuchaban ya risas de niños; mis hijos volaban solos. Empecé a sentir un vacío muy grande en mis brazos; mis progenitores, después de tantos años cuidándoles se habían marchado para siempre.
Tenía la necesidad de llenar de nuevo esas carencias que me había ido arrancando la vida, y como por azar, encontré a las chicas de la asociación en Arévalo preparando cuidadoras para el proyecto que acababan de emprender.
Sin pensarlo dos veces me apunté al curso, al poco de terminarlo me llamaron, y empecé… un poco asustada.
Algún que otro sábado me llamaban al centro, fui cogiendo confianza y reconozco que no me abría del todo. Me sentía fuera de lugar, (por la diferencia de edad) pero, día tras día veía que mis compañer@s me trataban de manera tan natural y amigable que empecé a sentirme a gusto con lo que hacía. Me enseñaron a tratar a cada niño de manera individual y aprendí de ell@s las necesidades de cada un@.
Gracias a mis compis que me ayudaban y a l@s niñ@s, que al comenzar cada día me sorprendían y me enseñaban con sus ocurrencias, con cosas nuevas, con su cariño generoso, fui sintiendo que eran mi otra familia. Al volver a mi casa, sofocada… despeinada…mi rostro irradiaba alegría, me sentía bien con mis niñ@s, llevaba su sonrisa prendida en mi cara.
Sé que es puro egoísmo, que alimento mi ego con un poquito del cariño de vuestros hij@s y agradezco la confianza que cada día depositáis en nosotr@s, aún así, a veces tengo miedo como madre y me asusta cada acontecimiento que emprendemos, (los findes), (los campamentos) etc. Aunque luego, respiro satisfecha cuando todo sale bien, (igual que cuando volvían mis hijos de alguna excursión sanos y salvos, con nuevas experiencias aprendidas) así en mi mente, solo existe la preocupación de que l@s niñ@s vuelvan salvos a sus casas.
Respirávila y tod@s los que la componéis habéis alargado mi juventud, para así, intentando estar siempre ágil y en forma y poder jugar y darles todo el cariño que ell@s me invitan a proporcionarles, no me abandone en mis pequeñeces.
Después de cada campamento, (otro año más) siempre dudo si al siguiente estaré otra vez con todos, pues lo único que me entristece es perder ese contacto de afecto y amistad que con vosotr@s siempre encuentro.
Gracias por haber aparecido en mi vida, por tener la oportunidad de conocer gente tan valiente, por vuestras enseñanzas, por hacerme caminar por la calle: riendo, saltando, o haciendo el ganso, sin ningún sentido del ridículo, sabiendo que ell@s ríen conmigo; por dejarme hablar de mis niñ@s con orgullo a mis otros niñ@s (que no saben de qué les hablo, ni me molesto en explicaciones), pero se me escapa la expresión cuando un “flas”, de pronto, me trae un recuerdo de ellos a la mente.
Pido disculpas por apropiarme de esa expresión (mis niñ@s) pues los siento así cuando estoy con ell@s. De hecho, mis compañer@s sabéis que respi y l@ s que la componen alimentan mi vida y sanan mi mente.
Os admiro a vosotr@s, sus familiares y seres queridos, que los teneis todos los días del año con tesón, afrontando con agallas y valentía cada contratiempo.
Mª ERENIA CALVO DEL RIO. Cuidadora y un poquito “madre” al tiempo que una niña más; orgullosa de tod@s vosotr@s y vuestras continuas e incansables luchas.
Gracias Erenia, por tu inmensa entrega,
como profesional, y como persona.
Muchas gracias por dejarnos aprender de tu experiencia.
ResponderEliminar