miércoles, 18 de enero de 2012

ERENIA: CÓMO LLEGUÉ A RESPIRAVILA

Ya estaba de vuelta de todo: Cumplidas  mis obligaciones como hija, como madre, como una contribuyente más en la sociedad.  Empujando la vida, los cambios y viviendo los problemas  y carencias económicas, desde los ojos de una chica de familia numerosa (de las de antes, de 13 hermanos),  de pueblo, aprendiz de todo  y… maestra de nada.
        De repente un día me di cuenta que en mi casa no se escuchaban ya risas de niños;   mis hijos volaban solos. Empecé a sentir un vacío muy grande  en mis brazos;  mis progenitores, después de tantos años cuidándoles se habían marchado para siempre.
      Tenía la necesidad de llenar de nuevo  esas carencias  que me había ido arrancando  la vida,  y como por azar, encontré a las chicas de la asociación en Arévalo preparando cuidadoras para el proyecto  que acababan de emprender.
    Sin pensarlo dos veces me apunté al curso, al poco  de terminarlo me llamaron, y empecé… un poco asustada.
      Algún que otro sábado  me llamaban al centro,  fui cogiendo  confianza  y   reconozco que  no me abría del todo. Me sentía fuera de lugar, (por la diferencia de edad)  pero, día  tras  día veía  que mis compañer@s  me trataban de manera  tan natural y amigable que  empecé a sentirme a gusto con lo que hacía.  Me enseñaron a tratar a cada niño de manera individual y aprendí de ell@s las necesidades de cada un@.
      Gracias a mis compis  que me ayudaban y a l@s  niñ@s,  que  al comenzar cada día me sorprendían y me enseñaban con  sus ocurrencias, con cosas  nuevas,  con su cariño generoso,  fui sintiendo  que eran mi otra familia.  Al volver a mi casa,  sofocada… despeinada…mi rostro irradiaba alegría, me sentía bien con mis niñ@s, llevaba su sonrisa prendida en mi cara.
     Sé que es puro  egoísmo,  que  alimento mi  ego con un poquito del cariño de vuestros hij@s y  agradezco  la confianza que cada día depositáis en nosotr@s,  aún así, a veces  tengo miedo como madre y me asusta cada  acontecimiento que emprendemos, (los findes), (los campamentos) etc.  Aunque  luego,   respiro satisfecha cuando todo sale bien, (igual que cuando volvían mis hijos de alguna excursión sanos y salvos,  con nuevas experiencias aprendidas)  así  en mi mente, solo existe la preocupación de que l@s niñ@s vuelvan salvos a sus casas.
     Respirávila  y  tod@s los que la componéis  habéis alargado mi juventud, para  así,  intentando estar siempre ágil y en forma  y  poder jugar y darles todo el cariño que ell@s  me invitan a proporcionarles,  no me abandone en mis pequeñeces.
      Después de cada campamento, (otro año más) siempre dudo si al siguiente estaré  otra vez con todos, pues lo único que me entristece es perder ese contacto de afecto y amistad que con vosotr@s  siempre encuentro. 
    Gracias por haber aparecido en mi vida, por tener la oportunidad de conocer gente tan valiente, por vuestras  enseñanzas, por  hacerme caminar por la calle:  riendo,  saltando,  o haciendo el ganso, sin ningún sentido del ridículo,  sabiendo  que ell@s  ríen conmigo;  por  dejarme  hablar de mis niñ@s con orgullo a  mis otros niñ@s  (que  no saben de qué les hablo,  ni me molesto en explicaciones), pero se me escapa  la expresión  cuando un  “flas”, de pronto,  me  trae un recuerdo de ellos  a la mente.
     Pido disculpas por apropiarme de esa expresión (mis niñ@s) pues  los siento así cuando estoy con ell@s. De hecho, mis compañer@s  sabéis que respi y l@ s que  la componen alimentan  mi vida  y  sanan mi mente.
   Os admiro a vosotr@s,  sus familiares y seres queridos, que los teneis todos los días del año  con tesón, afrontando con agallas y valentía  cada contratiempo.
        
  Mª  ERENIA CALVO DEL RIO.  Cuidadora   y  un poquito  “madre” al tiempo que una niña más;   orgullosa de tod@s  vosotr@s  y vuestras continuas  e incansables luchas.

Gracias Erenia, por tu inmensa entrega,
como profesional, y como persona.


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